Descartó la idea de utilizar
uno de los coches con chofer del hotel y decidió viajar en metro, lo que
resultó toda una experiencia para Taemin, acostumbrado al viejo metro de
Londres, pero lo habría disfrutado más de no estar tan cansado... y si la
última escena del hotel no hubiese creado cierta incomodidad entre ellos.
Su oficina de Seúl estaba
situada en un edificio que bien podría ser un cohete espacial ideado por Julio
Verne, y Taemin sintió que el estómago se le quedaba en el piso de abajo cuando el ascensor subió rápido como
el rayo hasta el piso treinta. Las puertas se abrieron y se encontró mirando a
la mujer de rasgos orientales más bella que había visto nunca.
Sonriendo a modo de
bienvenida, dirigió unas palabras en coreano a Minho, quien le contestó en el
mismo idioma. Después lo miró a él con curiosidad.
‑Taemin, te presento a Kim Hyoyeon , nuestra
directora de operaciones para el Lejano Oriente. Hyoyeon, mi esposo, Taemin.
La mujer no pareció
sorprenderse, y se inclinó educadamente.
-Me alegro de conocerlo, señor
Choi ‑dijo con una voz suave y de precioso acento‑. Enhorabuena para ambos.
‑Gracias ‑contestó Taemin,
pero se sentía como una moneda falsa.
Afortunadamente Minho tomó las
riendas del encuentro y empezó con un verdadero bombardeo de preguntas mientras
lo guiaba por un pasillo de elegantes blancos y grises hasta una elegante
habitación cuyas paredes eran casi por completo de cristal.
Era un despacho de diseño ultramoderno, amueblado completamente
en gris. paredes grises, sofás de cuero y sillas grises. Una enorme mesa de
aquel mismo color ocupaba casi toda una pared.
‑Sí, un café nos vendría bien ‑dijo
Minho, y con una sonrisa y otra leve inclinación, Hyoyeon salió
de la habitación-. No tardaré ‑le prometió Minho, llevándolo hasta uno de los
sofás para que se sentara.
En cuanto estuvo acomodado, su
atención lo abandonó, pasando a la gran mesa en la que lo aguardaba una pila de
expedientes perfectamente alineados.
No era un hombre atractivo,
decidió observándolo concentrado en los detalles de su trabajo. Al menos no lo
era en el sentido clásico del término. Siwon sí que lo era, un hombre
verdaderamente atractivo con un perfil perfecto, mientras que la atracción de Minho
residía más bien en las irregularidades de sus facciones.
Su nariz, por ejemplo, era
larga y delgada, tenia una cicatriz en la mejilla derecha, una línea fina,
blanca y corta, no había nada siniestro en ella, pero sin embargo sugería que
Minho no siempre había sido un hombre que confiara exclusivamente en su fuerza
mental, que era lo que hacía en la actualidad. O que quizás hubiera empleado
alguna vez la fuerza.
Los ojos de Minho, eran
excesivamente grandes, a comparación de los de Siwon, además de que la cabeza
de Minho era más pequeña a comparación de
su cuerpo.
Siwon no era un hombre de
fortaleza. Su cuerpo era delgado pero sin que los musculos echasen a perder la
línea de la ropa, mientras que la de Minho, aunque cara y de corte perfecto, no
podía esconder su musculatura.
Puestos el uno al lado del
otro, los hermanos tenían la misma estatura, pero Minho sobrepasaba físicamente
a Siwon en todos los sentidos: hombros más anchos, pecho más musculoso, piernas
más fuertes...
Incluso el pelo era distinto.
El cabello castaño y liso de Siwon
encajaba con la clase de hombre que era, igual que el pelo negro oscuro grueso
y ondulado de Minho encajaba con su personalidad.
Siwon sonreía muy a menudo,
mientras que podía contar con los dedos de una mano las veces que había visto
sonreír a Minho. Sin embargo...
Frunció el ceño. Sin embargo,
¿qué? No tenía respuesta para esa pregunta...
‑¿Qué tal es tu taquigrafía?
Taemin parpadeó varias veces
hasta que consiguió enfocar la mirada, para encontrarse con que Minho lo estudiaba
atentamente.
‑Yo... ‑la verdad es que su
taquigrafía era buena, muy buena, pero puede que en opinión de él, no lo suficiente‑.
Normal, supongo.
‑¿Lo bastante como para tomar
notas mientras estudio estos expedientes?
‑Supongo que sí ‑contestó,
poniéndose en pie con cierto nerviosismo.
‑Bien. Gracias ‑abrió un cajón
y sacó un bloc de notas y varios lápices afilados que empujó hasta el borde de
la mesa‑. Acerca esa silla, y pongámonos manos a la obra ‑lo invitó, señalando
una silla de respaldo recto que estaba a su derecha.
Taemin hizo lo que le había
pedido y se sentó antes de recoger el cuaderno y un lápiz. Minho apenas lo
miró; su atención estaba centrada en los papeles que tenía delante. Hubo un
instante de silencio que el aprovechó para resumir sus pensamientos y empezó a
hablar, haciendo sus comentarios en un tono preciso y claro que él no tuvo
dificultad en transcribir.
En cuestión de minutos su
nerviosismo había desaparecido. Estaba analizando un informe sobre un proyecto
comercial, y Taemin se quedó impresionado por su forma fría e inexpresiva de
analizarlo, de modo que sus comentarios y preguntas iban a dejar hecha trizas a
la persona que lo hubiera preparado.
Hyoyeon apareció
poco después, cargada con una bandeja y todo lo necesario para el café. Se
detuvo, claramente sorprendida por lo que estaba ocurriendo, hasta que Minho
hizo un gesto con la mano y le dio las gracias casi con brusquedad. Apenas
había cerrado la puerta a su espalda cuando él estaba ya de nuevo inmerso en el
trabajo. Y así siguieron, página tras página, comentarios y preguntas que
analizaban línea por línea el informe y tan concentrado estaba Taemin en ello que dio un respingo cuando Minho se
dirigió a él directamente.
‑¿Lo escribiste todo?
‑¡Sí! ‑contestó sorprendido y
con una luz en sus ojos castaños que llevaba días sin aparecer‑. Es que
trabajando para tu empresa he tenido pocas oportunidades de utilizar la
taquigrafía ‑le explicó tímidamente ‑, y esperaba tenerla mucho más oxidada.
De hecho, la única oportunidad
que había tenido de utilizarla había sido trabajando para Siwon, pero él tenía
una forma tan relajada de dictar que no había tenido que poner a prueba su
capacidad. No como Minho, que...
‑¿Taemin?
Parpadeó para concentrarse en
el hombre que lo miraba fijamente desde el otro lado de la mesa y que, una vez
más, había sido capaz de detectar el momento preciso en el que, el nombre de Siwon
pasaba por su cabeza, y había actuado como en otras ocasiones: sobresaltándolo
antes de que la ensoñación se adueñase de él.
‑¿Crees que podrías
transcribirme todo eso si en encuentro un computador disponible?
‑Por supuesto ‑contestó; se
sentía mucho más cómodo con aquella relación jefe‑secretario que con la otra,
mucho más íntima.
‑Bien ‑asintió, y lo
sorprendió sacando del último cajón un portátil‑. ¿Has utilizado alguno antes? ‑preguntó,
y cuando el menor asintió, le dejó unos cuantos cables en el regazo‑. Entonces
¿Lo pones tú en marcha mientras yo sirvo el café?
Se levantó y estiró los
brazos, de modo que Taemin no pudo evitar reparar en los músculos de su torso.
La boca se le quedó seca y bajó la mirada, porque una extraña clase de pesadez
se había adueñado de sus propios músculos.
Debía ser el efecto de la diferencia
horaria, pero cuando Minho dio unos pasos, el castaño soltó el aire que había
estado conteniendo sin darse cuenta y frunció el ceño. No le gustaba nada
sospechar que a cada minuto que pasaba iba reaccionando con más fuerza ante el
hombre de carne y hueso que tenía en frente.
Para cuando el mayor se acercó
de nuevo a la mesa, Taemin tenía ya funcionando el ordenador. Tenía cargado el
mismo programa con el que trabajaba en la oficina, así que se puso manos a la
obra.
Trabajaron en un cómodo
silencio durante un rato, él leyendo más páginas de aquellos informes y Taemin
tecleando. Era una situación extraña, se dijo Taemin en una pequeña parada para
tomar un sorbo de cafe. Allí estaban los dos, extraños, incluso enemigos hasta
cierto punto, pero recién casados y en luna de miel ante los ojos de los demás.
Y sin embargo, a la primera oportunidad, Minho lo había puesto a trabajar.
‑¿Por qué la sonrisa? ‑preguntó
el moreno con voz profunda.
¿Alguna vez se le escaparía
algo?, se preguntó Taemin, sorprendido de verlo recostado en su sillón
observándolo en lugar de estar concentrado
en su trabajo como le había supuesto.
‑Me estaba preguntando qué
deben estar pensando tus empleados al ver que me has puesto a trabajar ‑le
confesó.
‑Preferiría saber qué piensas
tú de mí ‑contestó con suavidad.
Taemin bajó la mirada, consciente
del rubor que seguramente tenían sus mejillas.
‑Pues que eres un negrero ‑contestó,
ya que lo mejor era quitarle importancia a su pregunta.
Pero el color siguió en sus
mejillas durante un buen rato, ya que cada vez que levantaba la vista, lo
encontraba observándolo.
Era algo inquietante y
problemático, ya que le estaba haciendo sentir algo extraño dentro, como si
fuese una bomba a punto de explotar a la más mínima provocación.
La diferencia horaria. Eso
debía ser. “Voy a volverme loco si no duermo” , se dijo el castaño para sí
mismo. “Eso es lo que me pasa”, concluyo.
Una hora más tarde, volvían a
tomar el ascensor.
‑¿A dónde vamos ahora? ‑le
preguntó al llegar a la entrada y con la esperanza de que volvieran al hotel a
descansar.
‑Vamos a comprarte ropa.
‑¡Pero Minho! ‑estaba tan
cansado que casi no podía mover las piernas-. ¡Si acabas de comprarme un montón
de ropa nueva! No necesito nada más.
‑Hay un centro comercial muy
cerca ‑dijo como si no lo hubiera escuchado‑. Puedes comprar de todo, desde
Chanel a Joe Bloggs.
Dos horas más tarde, se
sentaron en un café estilo italiano del mismo centro comercial para tomarse un
expresso que lo ayudara para seguir
despierto.
-Creo que puedo llegar a
odiarte ‑murmuró Taemin, cuando lo descubrió mirándolo y sonriendo‑. ¿Por qué estás
haciendo esto? ‑y por esto se refería al montón casi criminal de bolsas de
diseñadores que los rodeaban‑. ¡No voy a tener tiempo de ponerme todo esto!,
decia el menor con el ceño fruncido.
‑Tenía que conseguir que
siguieras despierto -contestó, aparentemente indiferente a la cantidad de
dinero que le había costado mantenerlo despierto‑. Esta noche no habrá
pastillas, ¿recuerdas?
‑No las necesito. Búscame un
cojín y me quedare dormido ahora mismo, con la cabeza apoyada en la mesa. Por
cierto, ¿cuánto tiempo llevo despierto?
Miró su reloj.
‑Sólo han pasado doce horas desde
que te despertaste en el avión.
‑Pues me parece una eternidad.
‑Tómate el café ‑le dijo,
sonriendo Minho.
‑Y también puedes dejar de
hacer eso ‑espetó‑. Me refiero a lo de darme órdenes como si fuera una mascota.
Entonces cerró los ojos y el
gris de su iris brilló.
‑¿Sigues trabajando para mí? ‑le
preguntó.
‑¿Quieres decir que si sigo
siendo empleado de tu empresa?
El asintió, y después el menor
también asintió con la cabeza.
‑Tengo que volver a la oficina
dentro de tres semanas.
‑Entonces, deja de discutir
con tu jefe.
‑Estoy de vacaciones.
La forma en que Minho se
inclinó sobre la mesa para tomar su mano lo sobresaltó.
‑Estás de luna de miel ‑lo
corrigió el moreno con suavidad, y lo vio quedarse pálido al pensar en Siwon y
no en él. Soltó su mano‑. Y no des un respingo cada vez que te toque –añadió el
mayor con un tono de fastidio.
‑Lo siento ‑murmuró Taemin.
Minho suspiró irritado, pero
Taemin tuvo la sensación de que lo estaba más consigo mismo que con él.
‑Venga, vámonos –dijo Minho.
Debería haber sido un alivio
llegar a la habitación del hotel, pero no lo fue. Necesitaba desesperadamente
tener un espacio de intimidad, sin la amenaza constante de Choi Minho, pero él
no estaba dispuesto a permitírselo.
Lo obligó a que colgara en el
armario toda la ropa nueva. Lo hizo sentarse con él en el salón a ver la tele y
a tomar otro café. Le hizo ver las noticias con él, y cada vez que los ojos
empezaban a cerrársele, Minho se los abría con algún comentario que requería
concentración y respuesta.
¿Es que nunca se relajaba
aquel hombre?, se preguntó Taemin cuando por fin pudo disfrutar de la relativa
intimidad del baño en el que entró para ducharse y cambiarse para la cena.
¡Cenar! ¡Salir a cenar! ¡Y con
extraños! Como si no hubiese tenido bastante que soportar durante todo el día,
pensaba con algo de pesadez el castaño.
‑Maldito seas, Choi Minho ‑murmuró
entre dientes, mientras se peleaba con algunos mechones de su cabello, que se salía
fuera de la media coleta, con la que estaba peinado.
Medio muerto de cansancio,
enrojecido tras la pelea con el pelo y literalmente dando saltos por dentro
gracias al estado de nervios en el que lo había puesto Minho, se miró en el
espejo de cuerpo entero.
El pantalón negro ajustado a
sus piernas, la playera gris con cuello de ojal, mangas tres cuartos, la
playera le llegaba debajo de las caderas, remarcando su delgada cintura, además
que con el pantalón entallado se marcaban demasiado sus nalgas, y la playera
dejaba al descubierto mucha piel de sus hombros para su gusto.
Pero lo había elegido Minho,
como no, aquella misma tarde, y le había obligado a probárselo para después
dejar resbalar la mirada de arriba abajo más
tiempo del necesario.
‑Póntelo esta noche para mí ‑le
dijo con voz ronca, lo que le había provocado una sensación burbujeante en el
estomago, ya que el tono hacía juego con la expresión de sus ojos, y eso
tampoco le había gustado.
Alguien llamó con los nudillos
a la puerta de la suite, y Taemin dio un respingo... otra señal de lo tenso que
estaba, se dijo mientras oía los pasos de Minho para abrir.
Entonces miró su cara en el
espejo sin darse cuenta de lo vulnerable que parecía con su boca con un poco de
brillo de durazno, ni cómo sus ojos miel revelaban lo indefenso que se sentía.
Sólo vio el cansancio y el delicado trabajo que tuvo que hacer para ocultar las
ojeras.
¿No era aquel pantalón demasiado
entallado? Y la playera no revelaba demasiado de su piel blanca, decidió,
mordiéndose un labio al dar un paso de lado frente al espejo.
‑Precioso ‑dijo una voz
profunda a su espalda, y Taemin casi gritó. No le había oído entrar en la
habitación, y sus miradas se encontraron en el espejo.
‑Yo...
Eso fue todo lo que pudo
decir. Su estatura, el ancho de sus hombros, la poderosa atracción que ejercía
sobre el aquel rostro duro y esa mirada oscura,
lo dejaron sin habla. Arrastro como pudo la mirada hasta su propio reflejo y
miró su ropa.
‑Es demasiado revelador ‑se
quejó‑. Y demasiado ajustado.
‑Tonterías. Es perfecto ‑y con
una voz que le erizó la piel, añadió‑: Tú eres perfecto. O lo serás cuando
hayamos añadido esto...
Se acercó al menor, Minho iba
vestido de negro, como el castaño, con un saco negro sobre la camisa blanca.
Olía diferente, a algo cálido, almizclado y sensual... y se encontró de pronto
sobrecogido por su presencia, por su arrebatadora masculinidad. Por el poder de
su sexualidad.
-Oh, Dios...
‑Ten ‑dijo, y le mostró una
caja de terciopelo.
Taemin se quedó inmóvil, y la
sangre perdió su calor al darse cuenta de lo que era. <No> , pidió en
silencio. <No, por favor>.
Al mismo tiempo, Minho levantó
la tapa y su corazón se estremeció antes de caerle como una piedra al estómago.
Un anillo de compromiso, no podía ser otra cosa, estaba esperando en el centro
de un cojín de terciopelo negro. Incluso un ignorante en la materia como él, reconoció
la cualidad del rubí central, acurrucado en un nido de diamantes.
‑La mano, por favor Taemin ‑dijo
él, sin idea del horror que el menor estaba sintiendo por dentro.
Tal y como eran las cosas
entre ellos, una sencilla alianza de oro hubiera bastado, pero aquel... aquel
maravilloso anillo sugería mucho más. Demasiado.
Sugería amor, romanticismo,
pasión. Era una prueba irrefutable e inconfundible de posesión, en el más
íntimo sentido de la palabra.
Pero era mentira, una terrible
mentira... igual que el anillo de diamantes que Siwon le había regalado.
‑¿Taemin? ‑insistió Minho, al
ver la nula respuesta del menor.
Cuando lo miró, sus ojos eran
como pantanos de angustia y los labios le temblaban.
‑Por favor, Minho ‑susurró‑,
no me obligues a llevarlo.
‑¿Por qué no? ‑preguntó él,
sorprendido‑. Eres mi esposo. Se supone que debes llevar mi anillo.
‑Sí, pero... ‑inspiró
profundamente‑. Pero no significa nada, ¿no? ‑explotó, rogándole con la mirada
que comprendiera lo que iba a decir‑. ¡No puedo llevar algo tan especial como
este anillo y que no signifique nada!
El mayor no dijo nada durante
un momento, sino que siguió mirándolo hasta que el castaño temió desvanecerse porque la emoción no le
dejaba respirar.
‑También llevaste el anillo de
mi hermano sin que significase nada ‑le dijo, cruel.
Taemin cerró los ojos.
‑Pero no lo sabía cuando lo
acepte ‑susurró.
‑Lo que no va a ocurrir con
este ‑puntualizó brutalmente‑, así que, dame la mano..
¿Aquel hombre era tan sensible
Como un muro de piedra?, pensó el castaño.
‑Taemin...
El menor levantó por fin la
mano y sintió sus dedos suaves y cálidos colocarle el anillo. Después lo miró
en silencio. La piedra lanzaba destellos como si se burlara de él. El aire
palpitó a su alrededor con algo que le llenó los ojos de lágrimas.
‑Vámonos –dijo Minho, y salió
dejándolo allí de pie, preguntándose si habría sido su imaginación o de verdad
habría oído esa nota áspera y endurecida en su voz.
Fue una pesadilla. Toda la
noche fue otra pesadilla más. Una ronda larga y agotadora de felicitaciones y
gracias y, aun peor, de miradas curiosas que se preguntaban por qué Minho se
habría casado con el novio de su
hermano.
Y, por encima de todo, desde
el mismo momento en que se reunieron en el elegante recibidor de uno de los
mejores restaurantes de Seúl, Taemin supo que estaba fuera, completamente fuera
de contexto entre aquella gente.
Eran cuatro parejas, incluidos
ellos. Británicos residentes en Corea. Y todos ellos de la clase de Minho, lo
que interponía toda una generación entre el castaño y la conversación sofisticada y ocurrente que
se desarrolló en torno a la mesa, dejando a Taemin como un simple espectador.
Los hombres eran ejecutivos de
altos niveles, con un aire de poder y éxito refrendado por sus acompañantes
femeninas. Ellas eran mujeres hermosas y caras, con un baño impecable de clase
y estilo y un ojo agudo para todo lo que ocurría a su alrededor, en
cambio el era un hombre, y por si eso no fuera poco era un hombre sin clase.
No era de extrañar que Minho
hubiera querido que fuese bien vestido. Al lado de aquellas mujeres debía
parecer muy joven y muy vulgar, y no es que ellas le hubiesen hecho sentirse
así deliberadamente; de hecho intentaron que se sintiera a gusto con sonrisas y
preguntas que lo introdujeran en su sofisticado círculo.
Pero Taemin se sentía
demasiado extraño, demasiado tímido como para contestar con comodidad. Y no
sirvió de nada en aquella ocasión contar con la presencia de Minho, porque él
era tan extraño para el castaño como todos los demás, a pesar de que Minho lo tenía
rodeado por la cintura, y lo pegaba a su fuerte cuerpo, mientras tomaban una copa antes de cenar.
Y a pesar de que Minho le sonreía
cálidamente cada vez que lo miraba... y a pesar de lo que hizo cuando trajeron
sus copas para brindar a su salud. Lo hizo colocarse delante de él, lo miró a
los ojos con una intimidad que disparó sus sentidos, hizo chocar sus copas... y
lo besó.
Sentir su boca, cálida y suave
contra sus labios con sabor a vino tinto, lo hizo temblar por la sorpresa. Era
sólo una interpretación; lo sabía mientras intentaba no parecer extraño a
aquellos labios. Minho estaba actuando como el esposo amoroso, mientras que el
castaño... se quedaba confundido por la breve explosión de placer que había
experimentado.
El cambio de horario. Volvió a
echarle la culpa al cambio de horario mientras se quedaba de pie, con la mirada
baja para que nadie pudiese adivinar lo que estaba pasando en su interior.
Pero no. Ya había sentido
aquella sensación otras veces. El día que lo presentaron ante Minho como el
futuro esposo de su hermano. Entonces había sido como una descarga, como un
latigazo de miedo que lo había dejado inmóvil y necesitado de protección, de la
presencia de Siwon.
Sin embargo, Siwon no había
resultado ser el protector que Taemin había imaginado, y la ira que había
percibido entonces en los ojos de Minho no debía estar dirigida al menor, sino
a su hermano y a la desastrosa situación que debía haber visto acechar en el
horizonte por culpa de lo que estaba haciendo.
Y Siwon... Siwon se había
mostrado tan triunfal, tan... orgulloso de sí mismo al presentárselo a Minho.
Fue en aquel momento, al tener la oportunidad de rememorar aquella escena,
cuando cayó en la cuenta de que no era orgullo de tenerlo a el, lo que mostraba
Siwon, tal y como había imaginado, sino que se trataba de una victoria en la
batalla secreta que mantenían Minho y Siwon, y que debía tener que ver con
Heenchul y lo que Minho sabía sobre su hermano y su amante.
‑Taemin.
Alzó la mirada y el dolor, el
resentimiento que sentía hacia Siwon apareció en sus ojos color miel, que en
ese momento se volvieron oscuros, por los sentimientos negativos en su interior.
Minho lo vio y clavó los dedos en su cintura antes de besarlo brevemente en los
labios a modo de castigo, un beso que silenció al reducido grupo de
espectadores.
‑Olvídalo ‑le susurró al oído‑.
¡Siwon ya no es tuyo, así que ya no puedes seguir soñando con él!, dijo Minho
con un tono ronco, por la furia en sus palabras.
Taemin enrojeció hasta las
cejas.
‑Pero si yo no...
‑Creo que deberíamos dar de
comer cuanto antes a estos dos y dejarlos marchar ‑bromeó uno de los invitados.
Minho se echó a reír y Taemin
deseó poseer aquel humor.
‑Al fin y al cabo,
técnicamente sigue siendo el día de nuestra boda –dijo Minho‑. ¡Y va a ser el
más largo de la historia! ‑añadió con un suspiro.
¿Todavía?, se preguntó Taemin mientras
los demás se echaban a reír. ¿Había sido aquella misma mañana cuando se habían
casado con esa ceremonia que apenas podía recordar?
Fue un alivio que en aquel
instante se acercase a ellos el camarero para indicarles que su mesa estaba ya
preparada.
La cena le resultó
interminable, plato tras plato de comida coreana, exquisitamente presentados,
con la conversación flotando a su alrededor, una conversación que apenas
consiguió comprender.
Taemin se sentía tan perdido y
desorientado que tuvo que hacer un verdadero esfuerzo para sonreír y
concentrarse en las preguntas que le hacían directamente y ser capaz de
contestarlas inteligentemente.
Nadie fue desconsiderado ni
cruel, pero se sintió mal por no poder unirse a la camaradería que reinaba
entre ellos. Y si Minho se dio cuenta de ello, no lo demostró, lo que hizo que
se sintiera aún más incómodo, ya que Minho debía estar dándose cuenta de lo
inadecuado que era para él.
‑Vamos a bailar.
Sentir su mono en el brazo fue
un auténtico alivio. La música era suave y la pista de baile un pequeño círculo
de madera en el centro de las mesas.
Minho lo rodeó con los brazos
y lo atrajo hacia su cuerpo, hasta que la barbilla del castaño rozó la solapa
de su chaqueta, sujetándolo con una mano por la cintura y con la otra
reteniendo la mano de Taemin cerca de su corazón.
‑Ahora puedes relajarte ‑le
sugirió. ¿Tan evidente había sido su
tensión?
‑Lo siento ‑se sintió obligado
a decir el menor‑. Sé que no estoy causándoles buena impresión a tus amigos.
‑No estás aquí para
impresionarlos ‑contestó‑, sino porque es aquí donde yo quiero que estés. Y de
todas formas, están encantados contigo, así que no andes buscando cumplidos.
‑¡Yo no pretendía eso!-protestó
el menor, pero vio que Minho sonreía‑. De todas formas se que creen que debes
haberte vuelto loco como para estar con alguien tan fuera de tu círculo social
como yo.
‑¿Y tú crees que a mí me
importa lo que piensan?
No, se dijo con un suspiro. A
este hombre no le importa lo que puedan pensar de él, o de lo contrario no se
habría casado con la mujer que su hermano había dejado plantada en el
altar>, siguió pensando Taemin.
‑parece que se conocen muy
bien –comentó el castaño.
‑Es porque antes yo vivía aquí
‑contestó, sonriendo al ver su expresión de sorpresa‑. Volví a Londres a
ocuparme de la empresa tras la muerte de mi
padre, pero desde entonces he seguido viniendo aquí regularmente. Y
solemos reunimos para cenar cuando vengo, concluyo sonriente Minho.
Taemin frunció el ceño.
‑Pero ¿No me habías dicho que
se trataba de una reunión de negocios?
‑En cierto modo, así es. Todos
son colegas de trabajo y amigos al mismo tiempo. Así es como funciona ‑añadió Minho
con cierta tristeza‑. Los negocios y la amistad tienden a unirse en nuestro
nivel, y esa es la razón por la que no podía permitirme ofenderlos cuando nos
ofrecieron esta... cena de boda.
¿Cena de boda? Taemin se
sintió aún más culpable por no haber estado a la altura de las circunstancias.
‑Siento que este siendo tan
agotador para ti, pequeño.
‑No lo es ‑mintió‑. Son gente
encantadora. Lo que pasa es que estoy tan... cansado- contesto el castaño.
‑Unos cuantos minutos más –contestó
el moreno, acercándolo aún más al sólido calor de su cuerpo‑, y creo que
podremos irnos sin ofender a nadie.
Para Taemin lo que le dijo
Minho, fueron unas palabras que liberaron algo de la tensión que había ido
acumulando durante la noche, a pesar de que era extraño, muy extraño, sentirse
tan cerca al hombre al que apenas conocía.
Estaba acostumbrado a bailar con Siwon, pero Minho
era más grande y más fuerte, pensó el castaño, al reparar en la firmeza de su
cuerpo. Y mientras Siwon reía y estaba lleno de una exuberancia a la que
siempre le había resultado fácil responder, Minho era mucho más difícil y
mantenía siempre el control sobre todo, en una situación como en la que se
encontraba agotado y vulnerable, prefería tener la conciencia serena y firme de
Minho que la ruidosa exuberancia de Siwon.
‑Minho ‑pensó, y ni siquiera
fue consciente de haber pronunciado su nombre al apoyarse algo más sobre él.
Pero Minho sí que lo oyó, y su
expresión fue difícil de definir, aunque la forma en que abrazó al castaño fue
un mensaje muy claro... si Taemin hubiera estado lo bastante alerta como para recibirlo.
Pero de lo único que fue capaz
Taemin fue de levantar la cara y sonreír... para dejarse arrastrar a las
profundidades de sus grandes ojos grises y quedarse atrapado en ellas.
Era deseo lo que leyó en
ellos, y Minho no estaba haciendo nada para ocultarlo, y como si hubiera encontrado
la respuesta que estaba esperando al verlo entreabrir los labios por la
sorpresa, Minho lo besó en la boca.
Taemin dejó de moverse y la
sorpresa de comprobar lo maravilloso que era aquel contacto lo dejó sin respiración.
Pero aquel hombre era Minho,
se dijo, aunque no sirvió de nada ya que sus labios le respondieron como por
instinto.
Y en el centro de la pista de
baile, en medio de un restaurante lleno de gente, algo empezó a irrumpir en su
interior: la erupción del deseo.
No duró demasiado, quizás unos
segundos, pero su pulso y su respiración estaban acelerados cuando él se
separó.
‑Ahora sí que pareces una
mujer en su noche de bodas ‑dijo, y con esa frase deshizo el embrujo.
¿Era esa la razón de que lo había
hecho Minho? ¿Lo habría besado simplemente para crear la impresión adecuada
delante de sus amigos?
El alivio mezclado con la
desilusión dejaron al castaño aturdido durante un instante.
<No. No seas idiota. Minho
no te quiere y desde luego tú no lo quieres a él. Lo que ocurre es que estas
tan cansado que lo confundes todo». Se recriminaba el menor.
‑¿Podemos marchamos ya? ‑le
preguntó Taemin con cierta desesperación.
‑Por supuesto. Incluso diría
que es lo que se espera que hagamos.
Porque ya había conseguido lo
que quería conseguir, se dijo para si mismo el castaño, y la desilusión, la tristeza y el cansancio que
había estado intentando mantener a raya durante toda la noche cayeron sobre Taemin
como una enorme nube negra.
cielos las cosas están yendo lento pero seguro...pero minho ojala sea mas abierto y demuestre sus sentimientos hacia tae sin tener q fregarla despues...yo se q el siente algo x tae , es por eso q por pensar en él ha hecho todo lo q ha hecho... minnie tiene q enamorarse de minho pero ya
ResponderEliminarNo, Taemin, te besó porque está locamente enamorado de ti. ¿Cuándo lo ira a entender ese chiquillo? La atracción entre ambos ya es evidente, estoy ansiosa por ver quien cae primero…
ResponderEliminarNo me ilusiones en vano. Como dicen por ahí: “Ver para creer” Pero bueno, no queda más que confiar en tu palabra, vendré todos los fines de semana para ver si actualizaste.
OwO valió la pena la espera, me tenías aquí revisando con cierta frecuencia para ver si ya habías actualizado.
ResponderEliminarOMG!! Me muero con este fanfic, y más por esto último, dios!! Minho lo ama, yo lo sé, y hasta sospecho que ya sentía atracción por Taemin desde que Siwon se lo presentó, como lo del "accidente" en el pasillo con los papeles fue antes de eso, tal vez Minho ya había reparado en el pequeño. Ya quiero ver como sigue esto, por favor, no tardes en actualizar.